18 de agosto de 2010. Madrid.
Una Aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) vuela con su presa recién capturada. Tiene el plumaje claro, se aprecia en sus garras un bulto más bien pequeño. La sigo, imagino que se dirige hacia el lugar donde la espera su pollo o sus pollos, que todavía no se habrán independizado, cuando aparece un ratonero (Buteo buteo) y la ataca violentamente. La calzada esquiva las acometidas de la otra rapaz, que es ligeramente mayor, y gana altura, enseguida ciclea por encima del ratonero sin más problemas, hasta que llega un segundo ratonero con las garras por delante, más violento incluso que el anterior. Al segundo ataque la calzada suelta la presa, el ratonero la alcanza en el aire, lo ha conseguido, y vuela con su trofeo a lo alto de una gran peña. La calzada seguirá en la zona varios minutos, volando en círculos, aunque sin intención alguna de pugnar por su captura perdida.
Se trata de un caso de kleptoparasitismo, aunque en el primer ataque aún tenía dudas. La calzada estaba volando en la perpendicular del área de cría de la pareja de ratoneros, pensé que podía tratarse de una defensa del territorio. Al parecer este comportamiento en los ratoneros es mas bien ocasional (Podeis leer más acerca del cleptoparasitismo en los ratoneros en este breve artículo: Kleptoparasitim by Eurasian Buzzard (Buteo buteo) on two falco species)
No cabe duda que los ratoneros son una especie con éxito. Siendo una rapaz forestal, sin embargo están presentes prácticamente en todo tipo de hábitats. Es una de las rapaces diurnas más abundantes en España, su censo sólo es superado por el del Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus).
Mas adelante, cinco perdices huyen a mi paso, distingo bien tres igualones y sus progenitores. Los adultos se quedan rezagados, me vigilan, suben a la tapia y comienzan a cantar.
Siempre he pensado que las perdices son muy valientes, demasiado para una especie tan apetecida y perseguida.
Estos pollos, solo ligeramentes tardíos, me hacen recordar cuando a mediados de junio (19-6-10), al plantar el telescopio en el borde de un camino, salió prácticamente a mis pies toda una numerosa familia de perdigones acudiendo a la llamada del progenitor. Desaparecieron al instante entre el abundante pasto seco. Estaban recientes las fuertes lluvias que tantas polladas y nidadas han debido arrasar, y fue una alegría comprobar como la perdiz había superado tales adversidades. Seguramente gracias a un nido bien situado, tal vez junto a una tapia, o bajo una piedra, aún así toda una superviviente. Para que luego vaya uno con la escopeta a pasar el rato y se la lleve por delante, no lo entiendo.
Este nido quedó al descubierto cuando pasé demasiado cerca (25-5-09). Se encontraba protegido bajo la piedra. La perdiz al escapar desplazó un huevo fuera del nido. Por supuesto no fue un acto intencionado por mi parte. Para no agravar la situación no se manipuló el nido ni la vegetación, y abandoné el lugar rápidamente.
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