Cuarenta centímetros de nieve.


Avanzar con cuarenta centímetros de nieve es penoso, más sin el equipo adecuado, así que en esos casos no puedo pretender llegar muy lejos, tan sólo disfrutar de algún corto recorrido.

1 de marzo de 2016. Braojos de la Sierra.
  
Cuarenta centímetros y más.

1 de marzo de 2016

1 de marzo de 2016

En todo caso en los dos últimos inviernos he tenido oportunidad de darme buenas caminatas por la nieve. Esta ha sido abundante en la sierra madrileña y he disfrutado de sus paisajes blancos. Mis fotos de esos días no llegan a revelar la verdadera belleza de esos momentos.

1 de marzo de 2016

Y la vida continúa, a pesar de que durante muchos días el manto helado se extendía por grandes áreas. Me llamó la atención recorrer anchos cortafuegos en los que iba descubriendo huellas de zorros, garduñas, tejón alguna vez, alguna ardilla y liebres, pero sin ningún rastro de corzos.

18 de febrero de 2015. Sin rastro de los corzos, pero estaban ahí, entre los pinos.

20 de febrero de 2016. Rastros de liebre

18 de febrero de 2015.


Ardilla
17 de enero de 2015. La garduña cruza el camino, el zorro lo sigue.

Pero adentrándome en el pinar aparecían las huellas de los corzos, los cuales para llevarse algún bocado escarbaban en diversos puntos retirando la nieve. Era curioso seguir estos rastros, ver como se acercaban al cortafuegos y se daban la vuelta.

Las zarzas ocupan un lugar principal en su alimentación durante todo el año, y en invierno son fundamentales. Eso es algo que se puede comprobar esos días. También se acercan a los acebos pero no parece que estos sean importantes en su dieta.

La tasa metabólica de los corzos se adapta a las condiciones ambientales y a su biología, incrementándose en primavera, siendo máxima durante la lactancia en las hembras y también en verano durante el celo en los machos, y disminuyendo en invierno, momento en que por tanto se reduce su actividad y sus necesidades energéticas. Además, al parecer presentan una especial adaptación en sus glándulas salivales para evitar los efectos tóxicos de las altas concentraciones de taninos y así puede aprovechar recursos alimenticios de baja calidad en los momentos más duros.

Un día en que la nieve cubría muy someramente la sierra observé un rastro de corzo que se paraba en dos puntos a pocos metros y desenterraba unas setas carnosas, de tono claro, que debió detectar con el olfato. Está claro que son unos grandes supervivientes.

12 de enero de 2016.


Lo único que quedo de las setas, estaban casi sin abrir, extrañamente tiernas y congeladas.



Otras supervivientes son las liebres. Sus rastros pueden ser puntualmente abundantes en la sierra nevada. Cuando la nieve deja calvas de pasto quemado las cagarrutas de los lagomorfos se concentran en estos puntos.  De siempre, desde que un frío día, hace ya 30 años, en que incrédulo -¿una liebre entre los pinos?- me crucé por primera vez con sus huellas en el blanco manto de las zonas altas de la sierra, me he preguntado cómo se las apañaban para salir adelante en semejantes condiciones.

18 de febrero de 2015. Liebre, 1.700 m.


No es una liebre.

Liebre

Liebre. No siembre dibuja una "L".

Garduña

La garduña marca en el borde del camino.


Zorro