Perdices en la linde y jabalís en el arroyo.

Junio de 2015, Madrid.


Ocurre alguna vez, en los cálidos días de junio, que de repente el suelo se mueve a tus pies, todo el suelo por un momento es confusión. Y entonces la madre patirroja se delata, finge ser una presa fácil. Está tan cerca, no quedas indiferente ante su valentía.

Más habitual será observarlas en un camino o a campo abierto, a uno de los padres, o a los dos, guiando a los perdigones por lindes y barbechos.  Hasta quince pollos cuento este día, ya están emplumando, son capaces de dar vuelos cortos.



Todo un éxito. Sé bien que no les faltan peligros en este paraje: aguiluchos, milanos, urracas, gatos, perros, zorros, ratas, erizos, y algunos más que me dejaré.

Sin embargo es el hombre el principal enemigo de la especie. La intensificación de la agricultura, las lindes recomidas por el tractor hasta desaparecer y el uso de herbicidas e insecticidas, al fin y al cabo venenos autorizados, acaba con la fauna de las tierras agrícolas. La mala gestión cinegética, el exceso de caza, las sueltas masivas de perdices de granja, tampoco ayudan.

Qué diferente es la situación para el jabalí. Otro día una piara pasa la tarde en el arroyo, parece una gran familia. He llegado hasta la orilla antes de verlos y se mueven indolentes a muy pocos metros. Una madre abandona su baño de barro y cruzan el arroyo como única muestra de prudencia, los voy perdiendo de vista poco a poco. Es curioso, mientras atraviesan la corriente los rayones aprovechan para evacuar. Tal vez un modo de no dejar rastros a posibles depredadores.


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