El cuco de las menos veinte


No es que fuera de puntualidad británica, pero casi. Desde que apareció con las primeras luces, hasta el mediodía, su momento era ese, las menos veinte.


Tuve suerte localizando uno de los cantaderos favoritos de este macho. Tras llegar podía permanecer un buen rato, aunque era variable. En la segunda ocasión sobrepasó la media hora, intercalando descansos y cambios de posadero. No siempre aparecía en la misma rama.


Es curioso seguir sus miradas, parece como si no perdiera detalle de lo que sucede a su alrededor mientras canta. En los recesos o incluso en medio de sus cantos se acicalaba y rascaba, o hacía algún estiramiento, como se puede ver en este vídeo.


A media mañana un segundo macho llegó cantando de forma descarada. No le gustó nada tanta desconsideración, pero no llegaron a las manos que yo pudiera ver.


Realmente no supe cual era uno y cual otro, como tampoco pude saber si mi cuco era siempre el mismo cuco. No sé si podría darse cierto solapamiento en sus territorios, o si sólo se trató de una visita esporádica y sin avisar al cantadero del vecino, una breve invasión.


Braojos, 6 de mayo de 2017.
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Un pájaro carpintero en la azotea

12 de diciembre de 2013, un pito real hembra (Picus sharpei) llega volando a la fachada casi enfrente de mi ventana, a la altura del séptimo y último piso. Descansa unos cinco minutos, a veces se acicala, hasta que se marcha perseguida por otro congénere, tal vez el macho que poco después observo en lo alto de una salida de humos. Este, agitado, sacude la cabeza y saca su larguísima lengua repetidamente.


Los pitos reales son los menos forestales de nuestros pájaros carpinteros, así que porqué no iban a dar vida a nuestras azoteas. Sin embargo esta adaptabilidad contrasta con su comportamiento receloso fuera de las ciudades. Hace años, a la vuelta de algún recado en el barrio escuchaba su inconfundible canto, calles estrechas, lejos del parque, una plazuela sin ajardinar con cuatro árboles que daban poco juego, y efectivamente el pito real sonaba desde lo alto de algún edificio.

16 de marzo de 2017, hay un macho en el pretil de la azotea, lo observo durante algo más de diez minutos. Está haciendo algo que creo que sólo los había visto hacer en una ocasión: tamborilear, aunque a su manera. Alterna cantos y tamborileos con largos descansos.


Nuestro amigo, vuela hasta un chopo que conoce bien. Parece estar empezando un nuevo agujero. A su derecha, a 45 grados en el tronco, se ve el cerco ennegrecido de un viejo agujero que no llegó a terminar el pico picapinos (dendrocopos major) en 2016. Unos 25 centímetros por encima hay otro al que acude después durante un par de minutos, el mismo en el que he visto trabajar tanto al pito real como al pico picapinos un mes antes. En la cara opuesta, a menos altura, habrá otro en el que trabajaron macho y hembra de pito real en 2015. A fecha de hoy no he visto más progresos.


En los chopos del jardín efectivamente habitan los dos pájaros carpinteros más comunes, el pico picapinos y el pito real. En el siguiente vídeo se ve tanto a uno como a otro picando el agujero en el que termina el vídeo anterior y también, como un año antes, un picapinos macho estaba en el otro, aún reciente, un poco por debajo.


Y como decía, además en el mismo árbol pude ver a la pareja de pitos reales en 2015. Ese día se escuchaban continuamente sus cantos. El macho picoteaba el chopo, aunque al menos en dos puntos diferentes, próximos. Luego llegó la hembra, el macho voló y la hembra tomó el relevo en el trabajo, aunque no la veía podía escuchar sus fuertes picotazos en la madera, igual que antes los del macho.


También hay un bando de gorriones molineros en estos jardines (aparece uno en el tercer vídeo), y estos, así como carboneros y herrerillos, utilizan los huecos en los árboles para nidificar.

Un soleado día de diciembre, un macho de pito real comparte césped con urracas, abubillas y estorninos.



Es una suerte poder disfrutar de vez en cuando de estas escenas al lado de casa. Como aquella vez que a muy pocos metros del portal me encuentro con un jovenzuelo buscando hormigas en el suelo. Picoteaba frenéticamente la tierra y de vez en cuando las atrapaba con la lengua, en esos momentos fijaba el pico en algún agujero y parecía sorber las hormigas.